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lunes, 28 de marzo de 2011

Antichrist

Olvídense de polémicas intelectuales a la francesa, de críticos indignados a la española, de desmayos y vómitos en las salas y del orondo ego del director. A estas alturas, lo realmente interesante ante cada nueva película de Lars von Trier es comprobar si su (desbordante) creatividad estará a la altura de su (endiablada) inteligencia. La respuesta, en esta ocasión, es negativa. Él mismo reconoce que escribió y rodó la película a medio gas, todavía convaleciente de una depresión. Lars, entre tú y yo: se nota. Evidentemente, está la marca de la casa: guión férreo in crescendo con impactante final, sabio -pero respetuoso- manejo de las emociones del espectador, control absoluto del lenguaje fílmico (ese brillante prólogo) y juego con los géneros (más el thriller psicológico que el cine de terror, en realidad), además de las habituales obsesiones sobre la culpa, las mujeres, el sexo y el dolor, pasto vitaminado para quien quiera entretenerse psicoanalizando a su creador. Es sólida (en absoluto delirante o gratuita, como se ha dicho y él mismo ha sugerido), absorbente, visualmente vistosa y sólo en dos o tres momentos muy desagradable (en su tramo final, siempre justificadamente y nunca a traición). Pero también es fría y breve, para lo que es habitual en el danés, y, quizá por ello, sabe a poco. Y, lo que es peor, a déjà vu. Lars, tú mismo, pero una cosa te voy a decir: así empezó flojeando Shyamalan y nos acabó contando una de geranios asesinos... (Daniel Andreas: FILMAFFINITY)

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