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jueves, 31 de enero de 2008

A mi solo me mataréis, pero mañana volveré y seré millones



". . . A mi solo me mataréis, pero mañana volveré y seré millones".
Tupac Katari.
El 15 de Noviembre de 1781, un hombre lanzaba esta sentencia a los rostros de sus verdugos. El territorio de lo que hoy es Bolivia acababa de conocer una de las revoluciones indígenes más grandes de su historia, la ciudad de La Paz había sido cercada dos veces, un fuego de rebeldía invadía los valles y altiplano.
Esta epopeya fue frustrada, sin embargo, por la traición. El enemigo colonialista, valiéndose del engaño, logró capturar al líder de esa rebelión, a Tupac Katari (Julian Apaza). El odio esclavista colonial contra los habitantes originarios y dueños de estas tierras ahogó en una de las masacres más sangrientas de las tantas cometidas contra esos pueblos en nombre del cristianismo y el coloniaje esclavista español cristiano católico.

En la plaza del pueblo de Peñas (Cajamarca) el mártir indígena Tupac Katari estaba rodeado de los representantes del poder colonial:
El cura, representante de la intolerancia e hipócrita rigidez moralista que procura eliminar todo vestigio de todo lo ajeno al oscurantismo supersticioso cristiano que representa, con el fin de minar el más mínimo vestigio de espíritu de lucha y dignidad en los seres humanos o en el “indio”, como seria el caso, que a su entender no alcanzaba la condición de humano.
El delegado militar, zafio, desalmado, grosero y tosco que busca imponer por las armas el poder esclavista colonial de su "madre patria".
El corregidor, autoridad encargada de dar la forma civil ("civilizada"), en este caso cabria preguntar si civil equivale a decir civilizar, porque la forma civil o legal no era mas que la imposición de la “civilización” del régimen esclavista colonial de explotación y opresión sobre el indígena “salvaje”. Y los notables criollos y chapetones, mediocridad lacaya del despreciable aporte europeo.

La orden fue dada y los caballos partieron a los cuatro puntos cardinales. Su cuerpo descuartizado fue expuesto por todo el territorio de Kollasuyu, como escarmiento a los indios rebeldes: Su cabeza en el cerro de K'ili K'ili (La Paz); la mano derecha en Ayo Ayo, la izquierda en Achacachi; su pierna derecha en Chulumani y la izquierda en Caquiaviri. Más tarde su esposa Bartolina Sisa, moriría estrangulada por los mismos verdugos.
Hoy como ayer los pueblos son víctimas de los mismos verdugos simbolizados en la ejecución de Tupak Katari. Empero, la historia es implacable, el destino histórico de los pueblos es de ser libres y por eso Tupac Katari con su inmolación adquirió la cualidad de retornar convertido en millones en distintas épocas, en distintas luchas tanto urbanas como rurales, en las tierras altas como en las tierras bajas.

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