Dagon es un buen film, el título más destacable de lo estrenado hasta la fecha del proyecto Fantastic Factory, la productora especializada en fantaterror de la barcelonesa Filmax de Julio Fernández, que, bajo la dirección del norteamericano Brian Yuzna, quien sabe si supondrá para el género, salvando las distancias, lo que la también catalana Profilmes fue en la edad de oro del fantaterror hispano de los 70.
Combina notablemente ese punto de horror, que aquí llega a ser salvajemente truculento pues hay alguna escena especialmente expeditiva que roza el paroxismo y pasa directamente a los anales del gore (...), con el toque cómico, sabia combinación para rebajar tensiones, que nos es ajena en la carrera del mencionado productor/director Yuzna o del director, en esta ocasión, Stuart Gordon. Esta vis cómica es inherente a la caracterización del personaje protagonista de Paul (Ezra Godden) que, aunque no definitiva, es más convincente que la conseguida por sus colegas en los otros títulos de la Fantastic: Faust y Arachnid, pues compone una suerte de payasete yuppi americano que capea como puede el vendaval de atrocidades que se le viene encima. Momentos como su cómica subida al maltrecho yate en el rescate tras la tormenta, el toque a lo Harold Lloyd en la recepción del hotel ante el pasivo “recepcionista” (sí: José Lifante) y el omnipresente juego que le dan sus gafas, la escena buenísima de la cerradura de la habitación del hotel en pleno acoso de los sectarios, el puente que intenta hacer en el robo del coche que no consigue más que hacer sonar la bocina, la amenaza del sapo en su rodilla en plena persecución en una casa abandonada, su filosofía del a o b del broker con suerte venido a más, etc., se agradecen y están muy por encima de la media en recientes producciones de este tipo.
Por lo demás la trama es desasosegante y bien construida dosificando suficientemente los elementos misteriosos y estructurada in crescendo, con una conseguida puesta en escena. Es una adaptación libre de un relato de H.P.Lovecraft ambientado en el pueblo de Inboca, por el real, el pontevedrés de Combarro. La pareja protagonista ve arrastrado el yate en que viajan a un siniestro pueblo dominado por una secta de “profundos” adoradores del malvado dios Dagon, merced a un antiguo compromiso para salvar al pueblo de la pobreza, caro culto que exige de sacrificios humanos. Aquí cabe establecer un paralelismo del guión con la del Faust , producida y dirigida por Yuzna, la película que abrió la trayectoria de la Fantastic, tambíen una libérrima adaptación de base literaria, con protagonista jóven sobre el que cae un terrible designio, y la estructura con apoteosis final en reunión sectaria se repite, el propio Yuzna asume la producción artística de Dagon y a buen seguro recomendó en la dirección un viejo compañero de fatigas cinematográficas como Stuart Gordon, otra vez juntos así el mismo equipo creador de Reanimator, aventura iniciática para ambos, hito del fantastique de fin del siglo pasado. De hecho, en claro homenaje a la anterior, el personaje masculino Paul lleva toda la película una sudadera de la universidad de ¡Miskatonik!, lugar de los experimentos de Reanimator, y cuando es presa del infortunio hace un papel de paria bastante parecido al de Faust. El personaje de Francisco Rabal, al que va dedicada la película, sorprende que accediera a protagonizar un film como el que nos ocupa, magnífico como siempre, actúa como efectiva bisagra de guión, pues es la llave que nos revela el secreto pasado y la siniestra realidad. Por cierto, que el flashback donde nos cuenta el oscuro misterio del pueblo es de una admirable concisión y clasicismo, donde se nota la mano de un hábil artesano como Gordon. Destacable es igualmente una presencia nueva, la steeliana Macarena Gómez, su siniestra sonrisa permanece imborrable en la retina, quien sabe si una prometedora musa del fantaterror próximo.
Se agradece también el toque galego, incluso participando del clima a veces cómico que apuntábamos, los malvados hablan y gritan en la lengua de Emilia Pardo Bazán, y cómo nos sorprende ser testigos de la adaptación de la imaginería autóctona propia de un lluvioso y tenebroso pueblo gallego, que nos remite a films anteriores como “El bosque del Lobo” de Pedro Olea, que para la recreación de un escenario gótico como supuestamente debe necesitar una mínima adaptación de Lovecraft, da un marco incomparable para el desarrollo de una película de este tipo. Es un soplo de aire fresco, hastiados ya de tanta correría de imberbes en colegio yanqui. Aunque hay también en ello algo de pastiche, Paco Rabal cantando una “rianxeira” o hablando de las excelencias del riveiro para distracción de los pseudo-zombis gallegos, o uno de los imbocanos arrastrándose por el suelo en un carrito con ruedas extraído del mismísimo universo buñueliano, pero el resultado, si bien dentro de los tintes de la serie B comercial, se salda positivamente a mi entender.